
Ella representa a una gitana de origen español, una mujer de belleza singular que en vida cautivaba todas las miradas. Su encanto no residía solo en su rostro fino y elegante, sino también en su espíritu libre.
A diferencia de lo que era común en su época, ella llevaba el cabello corto, símbolo de rebeldía y distinción. No lo hacía por seguir una moda, sino como un acto de afirmación personal: quería ser diferente y mostrar al mundo que la belleza no depende de lo habitual, sino de la esencia que irradia cada ser.
Vestida de blanco, refleja pureza, inicio y depuración, como quien se prepara para comenzar un camino nuevo. El blanco en ella no era ausencia, sino un lienzo lleno de fuerza y significado. Y aunque se vistiera de cualquier color, siempre se engalanaba con su toque personal: una flor roja en el cabello, símbolo de pasión, vida y amor.
En sus manos nunca faltaban las castañuelas, cómplices de su alegría y de su danza, que parecían hablar cuando las hacía sonar. Su rostro, trabajado con gran realismo, transmite serenidad y fuerza; su maquillaje es sencillo, pero aun así logra que llame la atención de manera natural, con una belleza que se impone sin esfuerzo.
Con una altura de 28 pulgadas, esta representación conserva toda la elegancia y magnetismo de aquella gitana que fue sinónimo de belleza, rebeldía y libertad.